lunes, 1 de septiembre de 2014

NATURALEZA VS.TECNOLOGIA Y OTRAS GUERRAS SIN SENTIDO EN LA CRIANZA


Si usted es uno de esos padres que alberga culpabilidad al permitir que sus hijos más pequeñitos usen la tecnología, este artículo es para usted. Le consolará saber que muchas familias desde 1999 han acarreado la misma culpa cuando la Asociación Americana de Pediatría (AAP) aconsejó a los padres  no permitir a sus hijos pasar tiempo frente a una pantalla.  Ni una hora, ni un minuto, nada. En 1999, no ser expuestos a la “pantalla” se refería exclusivamente al uso de la televisión pues no existían tabletas, laptops  y muy pocas familias contaban con computadoras en casa para uso familiar.  El enunciado de la AAP publicado en primeras planas de los periódicos más importantes de EEUU decía: " los pediatras deben urgir a los padres evitar que sus hijos vean la televisión antes de los dos años”... más abajo en la misma columna decía: "A pesar que ciertos programas de televisión son promovidos para los niños de éste grupo de edad, las investigaciones sobre el desarrollo del cerebro en las edades tempranas demuestran que los bebés y los niños menores de tres años tienen una necesidad crítica de interacción directa con sus padres y otros cuidadores para asegurar un crecimiento cerebral sano y un desarrollo de destrezas sociales, emocionales y cognitivas apropiadas. Por lo tanto, el exponer a los niños a la televisión no es recomendable". Esta recomendación la AAP la hizo después de que un estudio sugiriera que más del 35% de los niños menores de un año pasaran frente a la televisión por una o dos horas, cifra que se incrementaba al 44% en menores de dos años. 




¿Se dio cuenta que en el enunciado de la AAP no hace referencia a estudios cerebrales? Esto significa que la recomendación de la AAP no fue un resultado directo de estudios médicos cerebrales que hayan concluido que la pantalla es directamente perjudicial para el cerebro infantil. No hay una base orgánica o prueba contundente de que lo que ocurre en una pantalla tenga efectos directamente perjudiciales para un cerebro infantil. De hecho, hasta la fecha existe poca evidencia de que ese sea el caso. Los estudios si han podido establecer una asociación entre problemas de atención y el ver la televisión, pero asociación no significa causación. Es decir, no se puede decir que el ver la televisión causa problemas de atención, simplemente se sabe que cada hora de consumo de televisión en niños entre 1 y 3 años incrementa un 10% las probabilidades de que presenten trastornos de atención a la edad de 7 años. Así lo indicó también en el 2009 la Asociación Española de Pediatría (AEP) mediante un comunicado. Cuando los estudios no pueden establecer causación, las dos variables se pueden relacionar de diferentes maneras. O bien la televisión es la causa de los problemas de atención, o bien los niños con problemas de atención son más propensos a ver la televisión.  Lo único que la asociación entre las variables indica es una relación.


Con la aclaración anterior espero le quede más claro que la recomendación de la AAP fue para comprometer a los padres a pensar más acerca del cuándo, el dónde y el porqué del uso de la pantalla pues el estudio reveló que los niños de ese entonces no estaban siendo provistos con oportunidades para desarrollar su cerebro óptimamente sino que pasaban mucho tiempo frente a la pantalla. Una recomendación de esta índole era necesaria para empezar a concientizar a los padres. Hoy en día la recomendación de la AAP se mantiene y estipula un límite de dos horas diarias para niños entre 3 y18 años y nada para los menores a dos años. Esto incluye el uso de tabletas , smartphones que también se consideran “pantallas” a pesar de que al ser éstas de índole interactiva, abren paso a otro tipo de experiencias cerebrales que están siendo estudiadas. 


La exploración

Se dice que los niños por naturaleza aprenden explorando todo aquello que les rodea. En ese sentido, ¿es lo mismo explorar un nuevo app o un dispositivo tecnológico que explorar un objeto natural? Los expertos en cognición afirman que el cerebro de los niños se desarrollan a su máximo potencial cuando se involucran en actividades que estimulan sus sentidos y cuando las experiencias les hacen sentir o percibir cosas nuevas. De hecho, en ese principio se basan los centros de estimulación temprana. Se sabe que las neuronas de un bebé se activan y forman nuevas conexiones a través de la exploración de lo nuevo y lo desconocido. En ese sentido, la diferencia que existe entre explorar un app nuevo en la tableta y explorar un animalito es que la experiencia del app es menos enriquecedora pues los estímulos llegan solo por dos canales sensoriales (los ojos y los oídos) mientras que con un animalito o un objeto tridimensional, la experiencia es completa pues pueden verlo, olerlo, escucharlo y tocar sus diferentes texturas. La exploración de una pantalla es una experiencia de dos dimensiones mientras que el mundo a su alrededor es mucho más rico en estimulantes pues es un mundo tridimensional.  Eso no significa que la exploración de la pantalla sea perjudicial, simplemente es una experiencia menos enriquecedora para sus mentes en desarrollo.



El contexto
 
Una manera de mantener las cosas en perspectiva sobre el uso de la tecnología y terminar con el sentimiento de culpa es preguntarnos acerca del contexto.  ¿Estamos permitiendo que el uso de la tecnología reemplace a otras experiencias potencialmente más estimulantes para nuestros hijos? Si ese es el caso, tendríamos que considerar cuales son las razones y los factores que nos llevan a hacer eso. Si por el contrario, estamos permitiendo a nuestros hijos el uso de la tecnología como una opción más dentro de su repertorio de actividades diarias,  entonces no habría de que preocuparse. Usted no es mala madre o mal padre por exponer a sus hijos a una pantalla. Por décadas las madres hemos utilizado la televisión como una manera de obtener un descanso para poder hacer otras cosas como ir al baño, cocinar o poner la ropa en la lavadora y no lo pensábamos dos veces. Hoy en día, sin embargo, muchas madres que sientan a sus hijos frente a una pantalla para “tomarse un descansito” albergan mucha culpa innecesaria. Es verdad que no hay mejor experiencia que la interacción, la exploración de la naturaleza y el juego libre, pero ¿usted realmente cree que 20 o 40 minutos diarios frente a una pantalla van a afectar el cerebro de su niño? Le repito, no existen pruebas científicas de que la pantalla como tal o las escenas de televisión en sí mismas hagan cosas maliciosas al cerebro humano. Lo que sí sabemos con certeza es que si se reemplaza una actividad estimulante por un programa de televisión, entonces estamos privando a nuestros hijos de alcanzar su mayor potencial tanto a nivel cognitivo, como a nivel social y motriz. 


Recuerde que hoy en día la tecnología nos invade y ha venido a quedarse. El ignorar el puesto que ocupan los smartphones y tabletas en nuestras vidas sería inútil. Muchas escuelas en su afán de actualizarse  con las exigencias del siglo veintiuno han incorporado más tecnología en sus salones de clase pues se ha comprobado que los niños aprenden mejor cuando se divierten, cuando se involucran en su aprendizaje y cuando la información les llega por diferentes canales sensoriales. La tecnología ha revolucionado la educación y los educadores también han ajustado drásticamente sus métodos de enseñanza en respuesta a las nuevas tecnologías en los últimos años. Atrás han quedado los días en los que el maestro se paraba adelante del salón a dar largas charlas sobre un determinado tema. La tecnología en el aula cuando es utilizada adecuadamente y con seguridad, puede crear un mundo más interesante, un entorno interactivo en el aprendizaje se vuelve más relevante y significativo para los estudiantes. Las aplicaciones educativas de las tabletas permiten que el niño interactúe, piense y no que sea simplemente un agente pasivo. Los juegos de estrategias permiten al niño desarrollar algunas de las mismas habilidades que ciertos juegos de mesa. 

La tecnología es parte de nuestro presente y sin duda de nuestro futuro, sin embargo, muchos artículos y afiches se escriben sugiriendo que los niños no deben usarlas. Esa es una batalla perdida. Es poco realista pedir que un niño no se interese en aquello que está en su medio inmediato. No podemos pedir a nuestros hijos que no jueguen con nuestros smartphones si el ejemplo que reciben de nosotros les dice todo lo contrario. Por un lado los adultos no podemos vivir sin nuestros juguetes tecnológicos, pero por el otro, deseamos que nuestros hijos jueguen los juegos tradicionales que nosotros solíamos jugar de pequeños. Recuerde que la mejor manera de enseñar a nuestros hijos a hacer algo es hacerlo nosotros mismos para así servirles de ejemplo. Así que si nos resulta difícil hacerlo, lo más sensato sería decidir no pelear esa batalla. En esta era donde el Facebook y el Whatsapp son parte de nuestro diario vivir, no podemos esperar a que nuestros hijos se hagan de la vista gorda. 

La clave está en la moderación, en el contenido y en el contexto. Si aquello que permitimos a nuestros hijos ver en la televisión o jugar en una tableta proporciona valiosos aprendizajes y lo hacen en un momento en el que no estarían haciendo nada mejor, entonces no hay porque pensarlo dos veces. El permitir que el niño se entretenga mientras usted hace los quehaceres de la casa no la hace mala madre, todo lo contrario, le hace una madre bien prevenida. Si lo hace en un contexto donde el uso de la tecnología no constituye una manera de evadir otros importantes aprendizajes, entonces, no hay mal ni prejuicio en utilizarla.


El contenido 
 
Al igual que el contexto, el contenido, es decir, aquello que se ve en la pantalla es también muy importante. Permítame ahora contarle mi experiencia personal sin pretender generalizar ni tampoco sugerir que usted haga lo mismo. Mi esposo y yo siempre hemos permitido que nuestro hijo vea la televisión, incluso antes de los dos años, pero tiene un menú de programas que le hemos presentado como opciones. Estos programas nos parecen apropiados y educativos. Nos ha causado admiración el ver la facilidad con la que nuestro hijo adquiere nuevo vocabulario en particular gracias a los programas de George el Curioso , Súper Why , además de otros videos infantiles encontrados en YouTube.  Nuestro hijo a sus dos años y medio reconoce las figuras geométricas, los colores, los números del 1 al 10  y nombra por lo menos unas 10 letras del abecedario. Todo esto lo ha aprendido a partir de la televisión y el ipad. Nunca nos ha parecido que la tecnología sea una abominación para él. Todo lo contrario, ciertos programas y apps son muy divertidos y apropiados y estamos seguros que de no existir, él no se hubiera interesado en aprender letras y números a tan temprana edad.  Nadie lo ha forzado a aprender las letras, de la misma manera que no lo forzamos a ver la televisión ni a jugar en el patio. Si él quiere verla, nos pide, si ya se aburrió de verla, se va a jugar algo más. No hay batallas ni peleas por su uso. El uso de la televisión o del iPad no lo previenen de explorar y jugar otras cosas pues la tecnología no ocupa más que una pequeña parte de su día. Este parece ser el caso en la mayoría de familias también. Los niños antes de la edad escolar naturalmente prefieren jugar otras cosas antes que ver la televisión, y si ven la televisión, lo hacen por no más de 20 o 30 minutos en una sentada.

Tal vez más importante que batallar con nuestros hijos y con nuestras propias consciencias sobre el uso de la tecnología, es pensar en nuestra propia dinámica familiar. En un hogar donde ambos padres trabajan y tienen tiempo contado con sus hijos cada noche, ese tiempo sería mejor utilizado al compartir una comida juntos y jugar dejando la tecnología como una opción durante las horas de la mañana. En un hogar donde uno de los padres está en casa a tiempo completo, la televisión constituye una magnifica manera de tomarse un merecido descanso. Ese descanso a su vez, ayudará a que la madre o el padre en casa satisfagan de mejor manera las necesidades de sus hijos en vez de acumular cansancio y resentir el hecho de que su vida no es nada normal. A pesar de que las recomendaciones sean dadas en forma general para todos los padres, resulta más beneficioso pasar esa recomendación por la coladera, es decir, por el filtro de su propia situación, antes que dar paso a la tensión y al estrés ante la imposibilidad o la dificultad de acatar una recomendación de esa índole. Solo usted sabe cuál es su caso particular y que rol juega la tecnología en su vida familiar. 

En resumen…
El temer a la tecnología como que fuera una abominación no es solo poco sano sino también poco realista. Una manera más realista de abordar la recomendación de los pediatras es pensar en el contexto, el contenido y en nuestra propia dinámica familiar. Mientras haya una variedad de actividades estimulantes para nuestros hijos, el uso moderado de la televisión no podrá causar ningún daño. No se sienta culpable innecesariamente. Las pantallas como tales no son dañinas para el cerebro. Sin embargo, el permitir que una pantalla se vuelva la principal fuente de diversión de sus hijos si puede ser perjudicial. Su uso no debe reemplazar el juego libre ni la exploración de la naturaleza, ni cualquier actividad propia de los niños como correr, construir, caerse y enlodarse. Estas actividades deben incluirse en la rutina diaria de todo niño para garantizar un desarrollo cerebral óptimo. Así que en vez de albergar resentimiento y culpa por las recomendaciones de los pediatras, mejor pongamos las cosas en perspectiva y analicemos nuestra propia dinámica familiar. Encontremos la manera de que tanto la tecnología como la naturaleza vivan armoniosamente en nuestro hogar. No son enemigas ni existe razón para que lo sean. Todo depende de usted, de su capacidad de raciocinio y de su instinto maternal y paternal.

Sandra Ramírez M.S.E.

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