martes, 12 de agosto de 2014

El TDAH: un problema educativo y social, no psiquiátrico


Los niños a los antes que llamábamos "niños inquietos" y en los casos más graves, "niños terremoto”, hoy en día son ‘portadores’ de un supuesto Trastorno por Déficit Atencional e Hiperactividad (TDAH). Si bien hay casos de TDAH que si ameritan medicación, una gran mayoría de niños están siendo diagnosticados y medicados innecesariamente. Por lo general, este es el proceso: el maestro piensa que su estudiante es muy inquieto y recomienda a los padres que se lleve al niño al doctor. El neurólogo receta, el psicólogo confirma y los educadores insisten en que los niños se tomen la pastilla. La Asociación Americana de Psiquiatría indica en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) que el 5 % de los niños tiene el TDAH. No obstante, se han calculado tasas mucho más altas a nivel mundial. Es importante recordar que no hay evidencia orgánica de este trastorno. Es muy simple su diagnóstico. Si los comportamientos que muestra el niño se asemejan a un cuadro de TDAH, entonces son diagnosticados. Al no tener una base orgánica, no se puede relacionar a un niño que tiene TDAH con una alteración en su cerebro que estaría a la base de su conducta.

Dado que la tendencia actual es medicar para resolver o mitigar los síntomas de un trastorno o enfermedad, resulta fundamental redefinir los problemas de aprendizaje como lo que son: problemas de tipo educativo, social y no problemas psicológicos o neurológicos. Al resolver problemas sociales con fármacos, se acepta que el problema es de los individuos y no de la sociedad. Desde este punto de vista,  un sistema educativo en crisis no es producto de los pocos recursos educativos ni del anacronismo de las técnicas pedagógicas, sino de los niños. De ésta forma, ensombrecemos un sistema educativo precario y el niño se convierte en el único actor en el proceso de aprender.




No es novedad el que las compañías farmacéuticas se beneficien de la creación y venta de fármacos. Ha sido así por muchos años. Cuando la medicación más común para tratar TDAH, llamada Ritalina, estaba recién saliendo al mercado estadounidense en 1956, sus afiches de propaganda anunciaban la siguiente frase: Ritalina, mucho más fácil que la crianza. Así, poco a poco, los padres de occidente fueron desligándose de su responsabilidad de abordar la conducta y la disciplina desde la crianza en casa. Hoy, lastimosamente, sufrimos las consecuencias sociales de ese tipo de propagandas médicas. Los problemas conductuales hoy en día se han convertido en un problema del niño y de las escuelas, más no del hogar.




En el año 2012, las 11 compañías farmacéuticas más importantes a nivel mundial hicieron alrededor de $85 billones en ganancias netas. Gastan mucho dinero dando regalos y auspiciando eventos para los doctores en la espera de poder influenciar sus hábitos de prescripción. Las medicaciones psiquiátricas son las que más se venden en los Estados Unidos.  



Para comprender como la psiquiatría se ha convertido en un negocio de las compañías farmacéuticas, basta con recordar la contribución del científico ,Leon Eisenberg, el psiquiatra que descubrió el TDAH. Eisenberg dijo, siete meses antes de morir, cuando contaba ya con 87 años, que "el TDAH es un ejemplo de enfermedad ficticia”. Además añadió que lo que debería hacer un psiquiatra infantil es tratar de determinar las razones psicosociales que pueden producir problemas de conducta y trabajar para mejorarlas. Ver si hay problemas con los padres, si hay discusiones en la familia, si los padres están juntos o separados, si hay problemas con la escuela, si al niño le cuesta adaptarse, por qué le cuesta, etc. Pero todo eso toma mucho tiempo, es más fácil recetar para que la conducta problemática mejore o mejor aún, desaparezca, sin importar que la causa a la raíz de la conducta continúe existiendo.

En resumen, nuestro sistema educativo está corrompido. Los índices de trastornos psiquiátricos en las escuelas incrementan desproporcionadamente. Muchos educadores tienen sus brazos atados pues no pueden hacer nada para cambiar un sistema mucho más grande que ellos,  aún cuando bien saben que los métodos educativos actuales no se están adaptando a los tiempos, ni al avance de los niños. Vivimos en un mundo con un sistema educativo del siglo diecinueve, con docentes del siglo veinte y con estudiantes del siglo veintiuno. Nos urge una reforma educativa. Mientras tanto, al lidiar con el sistema actual recuerda que cuando un profesor o médico te da un diagnóstico, no sólo es importante contrastar con la opinión de otro profesional, sino que también debes buscar tú mismo la información. No permitas que tu hijo sea diagnosticado innecesariamente. Talvez lo que necesite no es medicación, sino un cambio de paradigma educativo, una escuela con una visión diferente. Talvez esa sea la única terapia necesaria
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Sandra Ramirez M.S.E.

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